La relación que desde mi infancia he mantenido con el medio natural, ya fuesen campos de cultivo o reservas naturales, es uno de los condicionantes que han alimentado mi obsesión ante la idea de paisaje y que no ha hecho, más que ayudar a incrementar mi interés por una experiencia de la naturaleza que se centra en el análisis de las relaciones entre el individuo y su entorno.

miércoles, 4 de marzo de 2009

Amenaza de pérdida

En la actualidad ha aumentado de manera significativa la pluralidad de interpretaciones en lo referente a la idea de paisaje, han surgido nuevas maneras de enfrentarse a este concepto, sometido a análisis desde campos muy diferentes, donde las diversas disciplinas lo estudian en conjunto. Esta especie de pacto interdisciplinar para dar con una solución, parece responder al malestar común que sufre la sociedad ante la amenaza de perdida que aparece en la mayoría de discursos referentes al tema de la Naturaleza o el paisaje, términos que siempre aparecen ligados, ya sea desde el arte, o fuera de él.

“El arte, el paisaje, cuando se han perdido es cuando se los descubre”, dice Régis Debray, siempre ha habido naturaleza, pero la sensibilidad estética es obra nuestra. “el espectáculo de una cosa no es dado con su existencia”, hará falta que despierte el interés en ello para que surjan sus –admiradores-: artistas, fotógrafos, para que surja “ese artificio de interpretación que es el paisaje”.[1]

La relación del ser humano con la naturaleza es compleja, ya que el individuo antes de observar el exterior, observa desde el interior, cada individuo es la proyección de si mismo, se piensa en imagen de un cuerpo, que es la representación del –sujeto- ante lo exterior, el entorno en el que se ubica, además pertenece a una cultura de la imagen impuesta por la condición mediática que nos vende siempre la representación del objeto, hecho que cambia la realidad por el simulacro, para un sujeto contemporáneo que carece de tiempo de concentración, sufre siempre una velocidad impuesta, sobre todo en las grandes ciudades, que hace que entender o disfrutar de una experiencia de la naturaleza sea cuanto menos difícil. Enrique L. Carbó dice a propósito de esto que la naturaleza se halla “convertida en fármaco”, que estamos ante una “crisis del uso de la tierra”.[2]

Entendemos el paisaje como espectáculo de sí mismo, esto nos imposibilita ante el disfrute, nos desplazamos hasta espacios como parques nacionales, para encontrar una naturaleza domesticada que consumimos como terapia de escape al estrés de la ciudad pero sin reducir nuestra velocidad, con lo que el viaje, se transforma en  desplazamiento de un punto a otro punto y el paisaje pasa desapercibido, hasta el momento en que detenemos el vehiculo en el área elegida (parque nacional) para pasar unas cuantas horas, como sucede en el zoológico, una vez dentro nos creemos la mentira, para después salir, y recordar el espectáculo.  

“las armas se han transformado en cámaras en esta comedia formal, en safari ecológico, porque la naturaleza ya no es lo que siempre había sido: algo de lo cual la gente necesitaba protegerse […]” [3]


De las lecturas citadas, acompañadas por las inquietudes personales, fueron apareciendo las diferentes ideas y propuestas para realizar la serie de fotografías, El Paisaje como Refugio.

                                                     Boceto para Intervenciones en los parque nacionales, papel y tinta. 2008

En estas acciones o mejor dicho intervenciones en entornos naturales, que en algunos de los casos son parques nacionales, o reservas protegidas, la intención es que, estos refugios precarios que levantaba in situ, sirvan para establecer un dialogo con el tiempo y con el lugar.

Relaciones evidentes si pensamos que tras elegir una determinada localización: “parque nacional”, con “rutas señaladas para senderismo”, y “miradores marcados” desde los que otear el paisaje, el ejercicio critico y sarcástico de esta experiencia de la naturaleza requiere tiempo. Tiempo para encontrar las rutas frecuentadas y los paisajes expoliados con todo tipo de cámaras y artefactos para después desparecer tan rápido como llegaron. El paisaje se convierte en la experiencia de fotografiarlo como señala Susan Sontag, que dice algo así como que transformar la experiencia en una manera de ver, hace que “tener una experiencia se transforme en algo idéntico a fotografiarla”.[4]

El paseo por la “naturaleza”, por el parque natural como aparece en los libros de rutas de senderismo, se convierte en desplazamiento desde el punto A al punto B; siendo A, el inicio de la ruta y B el área recreativa, o mirador, meta de estos lugares. Bien es cierto que no todos sus visitantes sufren esta velocidad, pero no es para estos para quien construyo mis refugios.





                                                              Bocetos para la construcción de los refugios, papel y tinta, 2008

La idea es, buscar un lugar cerca del sendero o incluso en el mismo sendero, para que el hide este a la vista de todos, y la reflexión es la de la naturaleza en la que protegerse, cuando ya no es necesario, y el tiempo que implica la construcción de un refugio, que no tiene utilidad en una naturaleza domesticada y tan modificada por el hombre que es de todo menos peligrosa. Ya no necesitamos las rutas que atraviesan la sierra a pie, para ir de un pueblo a otro, ahora tenemos las carreteras por las que nuestros vehículos circulan, vías que llegan a todos los pueblos, o sitios antes solo accesibles a pie, o con ayuda de algún infatigable burro. Estos refugios son un guiño para pensar más en recorrer el  trayecto y disfrutarlo que desplazarnos por él como autómatas que responden a unas coordenadas preestablecidas. Quiero que estas intervenciones inciten a la gente a pensar en la posibilidad de usar uno de ellos y quedarse una noche en medio del parque para ver y oír lo que por las prisas pasa desapercibido.

Pretendo que entiendan el territorio donde se encuentran, que vean el paisaje más allá de donde le señalaron que está. Porque cuando miren la fotografía que prueba que estuvieron allí, estarán viéndolo desde aquí. 

 “[…] con el tiempo, con el manoseo, esa naturaleza se convertirá en sitio notable, lugar pintoresco, etc.; lo que antes era sublime ahora es señalado por una indicación que sugiere, obliga a tomar una fotografía de la vista, y por supuesto, desde y sólo desde el lugar propuesto”.[5]


                       Refugio, intervención realizada en el sendero del mirador del Vizcaíno, materiales encontrados, 2008. Fotografía dimensiones variables

Todos estos lugares dejaron de ser salvajes. La creación/declaración de un parque nacional, o de un área protegida no hace otra cosa que condenarlo, ya que a partir del momento en que un pedazo de tierra se proclama espacio protegido, se la despoja de su sentido tradicional, nos obliga a fijarnos a la vez que nos separa de la tierra y de la naturaleza.

                                              Refugio II, de la serie el paisaje como refugio, 2009. Fotografía dimensiones variable

Así afirma Enrique L. Carbó para concluir, que la Naturaleza se ha convertido en el escenario de un drama, donde la creación de parques y reservas forman la composición del escenario. Y donde el turista tiene el papel de espectador, pues quienes elaboran los planes de gestión y ordenación del territorio, ya han sido convertidos en actores.

“de este modo, la política ya no queda fuera del encuadre de la fotografía de paisaje, ni ésta puede quedar fuera de la política; el paisaje ya no es un refugio de la estética, ni un estético refugio, sino que se ha convertido en el campo de una dura batalla”.[6]

De esta reflexión surgen las propuestas que he ido desarrollando a lo largo del periodo de investigación y creación de la serie el paisaje como refugio. Donde he fotografiado tanto refugios construidos por mí como los encontrados: los de la cuenca del Alberche, a su paso por Talavera de la Reina, donde se junta con el río Tajo, en la provincia de Toledo. Refugios que pertenecen a los años 30 del siglo pasado. Y que servían como defensa del puente, que cruza dicho afluente. Ahora olvidados y en un estado de deterioro avanzado.

                                                                          Mapa topográfico nacional, nº 627 escala: 1:50.000, Talavera de la Reina

                                       Refugio encontrado, de la serie el paisaje como refugio, 2009. Fotografía dimensiones variables

Las ultimas intervenciones de esta serie que fueron montados en los campos de cultivo, que están dentro del municipio de Cazalegas a unos dieciséis kilómetros de Talavera de la Reina, donde trabajaba de pequeño, cuando aun no pensaba en el arte ni en el paisaje. Y que son el escenario de múltiples de mis intervenciones y escenografías como las de la serie la ilusión de paisaje o la pieza Restituciones

                                                Fragmento correspondiente al municipio de Cazalegas; Toledo, mapa nacional, Google map, 2009

 Refugio III, de la serie el paisaje como refugio, 2009. Estructura de cañas, ramas de brezo secas, cuerda, hierba y excavación de 2 x 2 x 0.30 cm. Fotografía dimensiones variables


[1] DEBRAY, Régis. Vida y muerte de la imagen, Hª de la mirada en Occidente. Barcelona, Paidós, 1992 p. 161

[2] CARBÓ, Enrique L. Paisaje y fotografía: Naturaleza y territorio, en AA.VV. Arte y Naturaleza, Actas el paisaje nº 2, Huesca, Dip. De Huesca, 1996 p. 30

[3] SONTAG, Susan. Sobre la fotografía, Madrid, Alfaguara, 2006 p. 31

[4] SONTAG, Susan. Sobre la fotografía, Madrid, Alfaguara, 2006 p. 42 

[5] CARBÓ, Enrique L. Paisaje y fotografía: Naturaleza y territorio, en AA.VV. Arte y Naturaleza, Actas el paisaje nº 2, Huesca, Dip. De Huesca, 1996 p. 29
[6] CARBÓ, Enrique L. Op. cit. p. 32

lunes, 2 de marzo de 2009

Intervenciones mínimas

El paisaje es parte fundamental de la obra, no como escaparate, o medio que sirva para la promoción aprovechando determinado auge o corrientes, donde tan solo se mira desde la superficie, y ese es muchas veces el error. Es el entorno y posteriormente el territorio transformado por la intervención que quedará como ejemplo de ese dialogo entre arte y naturaleza, entre el individuo y el paisaje. 

Intervenir el paisaje insertando determinados elementos no-naturales[1] para de algún modo crear estas experiencias estéticas, a través de un proceso plástico como lo es el arte, supone la pretensión de que podemos modificar ese paisaje con la escusa de que estamos creando algo estético.

Por eso creo que la mejor forma de intervenir en el paisaje, es la manera en que menos busquemos apropiarnos de la naturaleza, y más pensemos desde la contemplación, intentando descubrir o crear modos en los que la obra esté más adaptada[2] al lugar donde se ubica. Las esculturas y acciones de carácter efímero creo que son más eficaces en eso de sorprender, porque juegan con la ventaja de accionar al espectador ante la obra, a que se esfuerce en re-construir lo que sucedió y cómo puede ser esta experiencia. Así, los paseos de Fulton quizás inciten a más paseos, y a una reflexión ante la naturaleza como la entendemos y como nos la muestra, que obras en las que se busca de manera más fácil sorprender con mega construcciones o espectáculos que, tras el primer impacto, no expresan nada más.

De este modo, jugar con conceptos como el paseo o buscar a modo de “chaman”[3], espacios, ritos y sensaciones que quizás tenemos olvidadas puede ser más sugerente y efectivo a la hora de encontrar nuevos caminos ante la experiencia de la naturaleza. Esta claro que no vamos a repetir este tipo de acciones (me refiero a la obra de Hamish Fulton), pero si seguir un poco con esta filosofía, la cual intento aplicar en mi producción artística como punto de partida para las propuestas que tienen que ver con intervenciones en el entorno, casi todos los proyectos que realizo son de carácter efímero y tratan de ser lo más equilibrados posible con el paisaje donde se inscriben.


Lo que pretendemos, en definitiva es sentir más, y entender el lugar en el que vamos a trabajar, para comunicar mejor nuestras ideas, pensamientos y sensaciones.



                                       Restituciones, 2009, (estructura para tomateras) caña y cuerdas, 170 x 270 cm. Fotografía dimensiones variables



                              Árbol rojo, de la serie Xenotopia, 2007. (Pintura y representación) Fotografía dimensiones variables




                                                               Árbol metálico, 2009. (Pintura y representación) Fotografía dimensiones variables








[1] Como puede ser desde la mera intervención que es algo creado por el artista, a aquellos que introducen materiales que no se encuentran en estado natural en el territorio donde intervienen, como es el caso del (ejem. vertido de alquitrán que realizo Smithson) o piezas como las de Christo donde interviene el paisaje usando telas, cuerdas y otros materiales de factura humana. Nancy Holt con sus tubos de hormigón o Walter de María con las barras de acero (pararrayos). 

[2] Adaptada en el sentido de implicación real con el territorio, respetando unos valores mínimos de adaptación al medio y no como una imposición forzosa.

[3] A la manera de Joseph Beuys, que pretendía entender el arte y sus acciones como un espíritu libre, desde los conocimientos ancestrales, o los ritos, véase también STACHELHAUS, Heiner. Joseph Beuys, Barcelona, Parsifal, 1990; BODENMANN-RITTER, Clara. Joseph Beuys, Cada hombre, un artista, Madrid, La balsa de la medusa, 1995; TISDALL, Caroline. Joseph Beuys-Coyote, Mosel, Schirmer, 1988.


sábado, 10 de enero de 2009

Nuevos espacios escenográficos, 2009

                                                                    Nuevos espacios escenográficos, 2009 Fotografía dimensiones variables

Nuevos espacios escenográficos, 2009 Fotografía, impresión Ink jet sobre  papel fotográfico Epson, Laminado, Forex, 80 x 120 cm.

viernes, 9 de enero de 2009

Nuevos espacios escenográficos

En la incesante búsqueda de nuevos espacios reflexivos para el arte, muchos artistas y teóricos están fijándose en nuevos lugares, cito como ejemplo de uno de estos planteamientos, el texto de Marc Auge: Lugares y no-lugares, que aunque esta enfocado al concepto de las ciudade de hoy, podemos apropiarnos de esta pareja de significantes para, con la licencia citada, enfocarlo al paisaje. 
El autor describe lugar como un espacio que implica al individuo; cito textualmente:

“un lugar, es un espacio dentro del cual pueden leerse algunos elementos de las identidades individuales y colectivas, de las relaciones entre los unos y los otros y de la historia que comparten”.[1]

Si entendemos este espacio igualmente como entorno que también es parte del paisaje y que queda inmediatamente fuera de la ciudad por opuesto geográfico; lo que no es ciudad es lo otro. Esto otro, el paisaje, tiene como reflejo de la cultura, unas características que lo identifican y definen como miembro o parte de esa sociedad. Ya que la tierra que forma estos territorios alberga las vivencias y la historia de una cultura que dejo estos lugares para irse a la ciudad, por tanto la historia de la ciudad esta ligada a la historia del campo.

Y en cuanto al segundo significante: “Un no-lugar, a la inversa, se definirá como un espacio donde no pueden leerse ni identidades ni relaciones, ni historia”.[2]

Es la definición que Marc Augé utiliza para nombrar los lugares que están a las afueras de la ciudad, las zonas en la “periferia inmediata de los pueblos y de las pequeñas ciudades, como los accesos de algunas –grandes superficies- (supermercados) han llegado a ser lugares de encuentro episódicos o regulares”.[3]

Me gustaría sirva de introducción para el concepto de paisaje autónomo que es el desencadenante de las series Nuevos espacios escenográficos, y Periferias que tiene bastante que ver con esta concepción de los no-lugares.


                                                                                         De la serie Periferias, 2009 Fotografía dimensiones variables

                                                                                  De la serie Periferias, 2009 Fotografía dimensiones variables

Paisaje autónomo

Los paisajes autónomos como su nombre indica, son aquellos que pueden prescindir de una justificación, sea de tipo histórica, literaria o estética. Son los paisajes a los que atribuimos una serie de cualidades o valores que los convierten en zonas independientes y diferenciadas sobre las que actuar, y están condicionados por unas normas o reglas, morales o de legalidad.

El territorio, un entorno, se convierte en paisaje cuando nosotros le atribuimos determinados valores sobre los que una escala de carácter estético o conceptual realiza la elección de una “escena” que separamos de algún modo del medio natural que la contiene.

El medio rural, que antes concebíamos únicamente como lugar de trabajo, tierras de explotación agrícola, cuyo valor estético era poco o ninguno -salvo para aquellos que tenían la suficiente sensibilidad para verlo- ahora se ha convertido en icono de un tipo de experiencia de la naturaleza, también el factor económico ha puesto de moda la visita a campos de cultivo, zonas agrícolas o pueblos cuya subsistencia se debe en la actualidad, al turismo rural que no vende otra cosa diferente de campos de cultivo, y la vida sosegada de los pueblos que antaño fueron centro de las actividades agrícolas.

Sucede igualmente con las áreas recuperadas de los cursos de los ríos o las periferias de las zonas industriales o las ciudades, son el foco de acción de nuevas miradas que pretenden recuperarlas, dotándolas ahora de unos valores distintos a los que tenían. Asumidas como tierra de nadie, estas zonas eran consideradas como tierras inútiles sobre las que todo tipo de actividades estaban permitidas: vertido de escombros, tala de árboles, etc. 

La legislación tiene mucho que ver con la aparición de este tipo de paisajes autónomos que parecen surgir espontáneamente en cuestión de semanas. El simple hecho de colocar un tablero indicando una ruta, o un cartel donde se informa que la zona, ahora es área protegida, y que el vertido de escombros o residuos es punible por la ley, actúa a modo de lavado ecológico de la zona, en el que la basura es retirada, se procede a una forestación de crecimiento rápido, muchas veces sin tener en cuenta la plantación de árboles de crecimiento más lento pero de especies autóctonas y en poco tiempo estamos ante un nuevo paisaje. 

Podríamos decir que con el arte sucede lo mismo, es capaz de convertir un área desolada en el más bello de los paisajes, sólo por el hecho de atribuir a determinado lugar un valor estético lo estamos convirtiendo en artificio. Esta cualidad del arte: el artificio, lo construido, hace que aparezca como opuesto de las “obras de la naturaleza”, pero “el concepto de lo que es naturaleza no se encuentra en nuestras ideas […]”, sino que “[…] surge de las diferencias entre lo creado por el ser humano y lo que no”.[4] Lo que nos pone difícil afirmar a que territorio pertenecen las coordenadas de estos otros paisajes: los paisajes autónomos. Ya que no forman parte del proceso natural de creación de un entorno.

La Naturaleza, como muchos entendidos afirman, es un invento, una convención humana, una creación que nuestra sociedad proyecta y que se sustenta en el mito de la Naturaleza, como fuerza creadora de todas las cosas, excluyendo al ser humano y todo lo tocado por el.[5] 

Debemos recuperar como naturaleza todos aquellos productos que tienen que ver con el ser humano, los tocados o fabricados por él ampliando la acepción original con nuevos colores, texturas y energías. No sólo se trata de renombrar las cosas, es un ejercicio de adaptación de los vocablos existentes ampliándolos con diferentes matices.

De estos paisajes –autónomos- y de las reflexiones suscitadas a partir de los espacios periféricos, salieron una serie de propuestas que han quedado registradas bajo el nombre de nuevos espacios escenográficos, estos nuevos espacios no son otros que los márgenes del río, periferias de la ciudad y campos de cultivo, zonas que parecen ser tierra de nadie, a las que no se da ninguna utilidad, en concreto, las fotos que a continuación muestro están tomadas en los alrededores de Talavera de la Reina, entre los campos de cultivo y el afluente Alberche, que desemboca en el río Tajo. Una franja invisible de paisaje que pasa desapercibido, como si fuese invisible, un espacio donde habita lo desconocido. 

                                                               Nuevos espacios escenográficos, 2009 Fotografía dimensiones variables 
   
                                                                Nuevos espacios escenográficos, 2009 Fotografía dimensiones variables
                                                                Nuevos espacios escenográficos, 2009 Fotografía dimensiones variables





[1] AUGÉ, Marc. Lugares y no-lugares, en Los “no lugares”. Espacio del anonimato. Una antropología de la sobremodernidad. Barcelona, Gedisa, 1994. p. 238

[2] AUGÉ, Marc. Op. cit. p. 239

[3] Ibíd.  

[4] MADERUELO, Javier, Introducción en AA.VV. Arte y Naturaleza, Actas nº 1, Huesca, Dip. Huesca, 1995 p. 14 
[5] SABORIT, José. 1. Dos introducciones a la naturaleza, en ALBELDA, J. y SABORIT, J. La construcción de la naturaleza, Valencia, Generalitat Valenciana, 1997 p. 19