Es hora de matizar y apartarnos de las problemáticas que derivan de la dicotomía cultura-naturaleza o lo artificial construido y lo que existe de forma natural, para centrarnos en la idea de paisaje. Aunque sin pasar por alto la afirmación que José Saborit hace a propósito de la idea de naturaleza como mentira:
“No podemos hablar de naturaleza como algo ajeno a nosotros, como algo indeliberado, inmanente y no construido por humanos; puesto que esa es la mentira”.[1]
Esta idea necesita que repensemos nuestra situación ante la manera que tenemos de relacionarnos con el medio físico -Lo natural o lo artificial natural-[2].
Esto nos llevará a entender el paisaje como un evento que se ve representado en la actualidad en toda suerte de territorios o lugares sobre los que proyectamos nuestra atención, influidos por toda la carga cultural que hemos asimilado con la historia que nos precede, y que sumado a la actual masificación de ejemplos con los que los mass media nos bombardean, provoca que definir paisaje sea un reto para los artistas.
Por eso los paisajes de los que quiero hablar en esta entrada, están lejos de los estereotipos de naturaleza de los que hablábamos en la entrada anterior cuando mencionábamos los parques nacionales. La ilusión de paisaje surge como reflexión a la propuesta de trabajo que desde el verano de 2008 empezaba a tomar forma en los campos de cultivo en los que mi familia trabajó durante décadas hasta abandonarlos para marcharse a la ciudad. Campos agrícolas que conforman el paisaje inmediato de mi imaginario, puesto que son los primeros referentes de paisaje que guardo en mi memoria.

Entender el paisaje sucede sólo cuando, mediante la representación, activamos los referentes de la memoria para cotejar la idea de lo representado con el concepto mismo. Es entonces cuando la construcción artificial del entorno se mezcla con las experiencias del sujeto y su lugar en el mundo, ayudado con la mirada y determinados filtros, permiten comprender o hacer visible aspectos que determinan nuestras relaciones o interacciones entre la identidad del individuo, la sociedad o cultura y el territorio.
“El paisaje se ha convertido en el escenario de una lucha para reconciliar sus viejos valores con las necesidades de hoy en día; ya no es un paraíso sino un espejo que refleja nuestra imagen cultural. Las fotografías son, más que nunca, la huella de un pasado ido”.[3]
“La tradición del paisaje romántico, que sitúa en primer lugar la experiencia de lo sublime, ha hecho que sea difícil aceptar la presencia humana en espacios hasta hace poco solitarios, pero todavía ha hecho que sea aún más difícil que dediquemos nuestra atención a lugares menos excelentes, quizá menos pintorescos o en absoluto sublimes, pero que son más próximos a nuestra experiencia cotidiana”.[4]
Ese es precisamente, el campo que estamos perdiendo, el territorio de las vivencias del que nos habla Enrique L. Carbó, y que Gilles A. Tiberghien también califica como lugar privilegiado de las experiencias:
“El paisaje es también el reflejo de una actividad humana cuya huella conserva. Es el resultado del trabajo y de la organización de las sociedades […]”.[5]
El paisaje rural que hemos perdido con el abandono de los cultivos, y en el que debemos repensar y descubrir cuáles son los referentes colectivos contemporáneos para consensuar nuevos paisajes en los que la sociedad se vea identificada, escenografías del paisaje donde el individuo se sienta como algo más que un mero espectador.
De esta reflexión surge la propuesta, o viceversa, para crear una imagen desconcertante, donde el hecho de modificar los elementos del entorno para sacarlos de su contexto real -de la forma habitual de representación que suponemos considerada-, nos proporcione la suficiente licencia que el arte permite en estos casos, para buscar los límites del paisaje, como producto del arte y de nuestra cultura.
Continua en La ilusión de paisaje II
[1] SABORIT, José. 1. Dos introducciones a la naturaleza, en ALBELDA, J. y SABORIT, J. La construcción de la naturaleza, Valencia, Generalitat Valenciana, 1997 p. 55
[2] Op. cit. pp. 25-26. Lo natural diremos que es lo que no ha sido tocado por el hombre, y lo artificial natural, lo que, aun siendo un elemento integrante del medio físico que entendemos como naturaleza; un territorio, un árbol, etc. Ha sufrido la reorganización del hombre, o ha sido plantado, regado y abonado por el ser humano. Ideas que José Saborit ha desarrollado.
[3] CARBÓ, Enrique L. Paisaje y fotografía: Naturaleza y territorio, en AA.VV. Arte y Naturaleza, Actas el paisaje nº 2, Huesca, Dip. De Huesca, 1996 pp. 30-31
[4] CARBÓ, Enrique L. Op. cit. p. 31
[5] TIBERGHIEN, Gilles A. El arte en los límites del paisaje, en AA.VV. Paisaje y Arte, Pensar el paisaje 02, Madrid, CDAN, Abada, 2007
Hola Fernando, muy buen trabajo este, con un texto que es pura verdad, te felicito. Un saludo.
ResponderEliminarHola Salvador, Muchas gracias por tu comentario.
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